martes, 9 de agosto de 2011

Filosofare

Cuando al sentarnos en las mesas

cotidianas, encuentro el sabor

de la cavernosa caña

atracando mis ideas.

Nos murmuramos

nuestras ideologías a la cara.

Pero de qué sirve el primer plato

filosófico que nos servimos,

si a la mañana

del día siguiente,

seguimos caminando difuntos.

Tenemos el corazón,

un catalogo lleno de remordimientos,

una víspera vespertina

de letras muertas que rezongar,

con alientos etílicos…solo

para tener una conciencia momentánea.

Al día, le damos en la cara a la pobreza real

le despedimos con un grito

a lo que defendemos ardientemente.

De qué sirve

que el corazón

haya latido emociones nobles,

cuando las manos dan golpes

al caído hermano…

De nada




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